Lápices Eberhard Faber: parte II

Aunque en Europa la cultura del lápiz esté muy arraigada y sea una de las principales fuentes de suministro a nivel mundial, -como ejemplo tomemos el gigante por antonomasia, Faber Castell-, existió otro continente que empezó a otorgar a esta industria el valor que representa un instrumento de comunicación tan básico, popular y económico.

William Munroe, de profesión ebanista (Concord, Massachusetts, USA), creó los primeros lápices de madera hechos en Estados Unidos en 1812, para un mercado que, hasta entonces, se basaba en la importación continuada de este producto. Entre las principales marcas, y más antiguas, que empezaron a fabricarlos en este país, destacan: DIXON, EAGLE y EBERHARD FABER (de ésta última, ya hicimos referencia histórica en la primera parte de la serie de artículos dedicados al lápiz y a la que nos dedicaremos, totalmente, en esta segunda). 

Si la filial de Faber Castell (antigua A.W. Faber), fue primordial en la importación y distribución de esta herramienta en el norte de América a finales del Siglo XVIII, hasta mediados del XIX, la aparición de una nueva firma creada por uno de los hermanos Faber con nombre propio (Eberhard Faber), hizo que la industria del lápiz tomara un nuevo rumbo. Nada más abandonar la importadora A.W. Faber, creó una fábrica moderna y con un concepto de I+D que revolucionó el sector y dio un nuevo empuje para que las firmas existentes en aquella época se replantearan la importancia del lápiz de una forma más relevante.

 Eberhard creó catálogos y panfletos publicitarios más dinámicos, en los que se observaban los productos derivados de escritura claramente asociados con las personas y profesiones a los que iba dirigido, abandonando el anterior formato de expositor de tienda en papel. Se podía ver a un diseñador en su mesa de trabajo utilizando los lápices de forma técnica; a una secretaria tomando notas de una reunión; a un escritor haciendo un borrador de su libro; etc. (Advertimos que, por aquellos tiempos, el papel profesional del hombre y la mujer, seguían unos roles machistas muy definidos).

Entre las distintas fábricas de lápices, comenzó una rivalidad en investigación sobre sus usos, variedades, cualidades y calidades, que hizo que el lápiz y sus derivados adquirieran un nivel tal, que era un elemento imprescindible en nuevas profesiones, imagen de empresa y estatus social. Quien llevara un lápiz, pluma, etc., de determinada firma, proyectaba un grado social, de progreso y modernidad (cosa que, actualmente, aún conserva).

La fábrica Eberhard Faber, creó el modelo más icónico de la historia del lápiz, el Blackwing 602 (entre 1933-34). No existe coleccionista que no incluya en su lista uno de ellos. Tecnológicamente, estaba dirigido a los creadores de dibujos animados, músicos, guionistas, escritores, etc., que lo usaban en jornadas maratonianas, de ahí el eslogan impreso en él: “Half The Pressure, Twice The Speed” (Mitad de Presión, Doble Velocidad).

El éxito fue inmediato, dado que la floreciente industria de la animación estaba en un nivel muy competitivo, con novedosos avances en el cine sonoro y de color, cuyas técnicas requerían contratar a decenas de dibujantes que, en agotadoras jornadas y estrechos plazos de entrega, tendrían que producir entre uno y dos millones de fotogramas para las grandes producciones que demandaba un público cada vez más exigente y preparado culturalmente en este ámbito. Los estudios Disney, llegaron a usar más de un millón de los lápices Blackwing 602 en la película de Blancanieves y los 7 Enanitos, debido a la cantidad de imágenes que tuvieron que dibujar para dar un realismo de alta calidad a los movimientos de los personajes y en diseñar unos espectaculares decorados con fondos móviles en capas, porque aplicaron, con un montaje de cámaras y distribución de fotogramas a todo color, una técnica realista que hacía tomar el papel de observador natural al público sentado en un asiento convencional de la sala de proyección.

La principal cualidad que otorga a este lápiz su fama para ser uno de los más buscados y usados en la historia del mismo, es la técnica con la que está hecha la química del grafito de su mina. Es decir, posee una dureza y textura específica a la vez que única, facilitando un trazo nunca antes conseguido entre las distintas durezas clasificadas para esta herramienta. Aunque posee una apariencia firme, facilita que el aporte del grafito al papel sea intenso y sin esfuerzo, para así obtener gran variedad de tonos y detalles. A la hora del borrado, deja un rastro moderado que desaparece con una segunda pasada de la goma de borrar.

Para  introducir una peculiaridad que tiene el Blackwing 602 respecto a su particular ferrula plana y su goma de borrar reacondicionable, diremos que fue Hymen Lipman el que inventó el primer lápiz con goma en una de sus puntas (el 30 de marzo de 1858, recibió la primera patente por añadirla).

Si vemos el gráfico que Eberhard Faber utilizaba para explicar el mecanismo de la ferrula plana del Blackwing 602, veremos que la componen tres elementos: la ferrula en sí, el soporte (clamp) de la goma de borrar reacondicionable y la goma de borrar (plana también). El funcionamiento de la goma de borrar es muy simple, lo que aporta al lápiz un valor añadido, ya que al ser un elemento suelto, se podía ir sacando, poco a poco, y una vez que se agotaba, se reemplazaba por una nueva, en contraposición de las ferrulas redondas, donde la goma se acababa y era más raro que se pudiera reemplazar por otra.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Eberhard Faber sustituyó la ferrula metálica, redonda y con goma de otro de sus modelos icónicos, el lápiz MONGOL, por una ferrula de plástico, debido a la escasez de latón, ya que eran las fábricas de armas las que acaparaban todas las existencias del mismo para hacer balas, cuya demanda era incalculable por parte del ejército desplegado en Europa. Esto provocó que, desde 1939 a 1945, se fabricara un número menor de lápices MONGOL, produciendo solo para Estados Unidos, dejando así desabastecidos el sur de América y resto del mundo de este modelo. Algunos ejemplares llegaron a Europa de manos de sus Fuerzas Armadas, porque eran incluidos en los suministros de los soldados como parte de la dotación básica, al igual que eran los cepillos de dientes, pasta dentífrica, papel de escritura, etc. Estos lápices son muy cotizados, porque que son escasos y, especialmente si provienen de Europa, ya que fueron los traídos por las tropas aliadas.

La firma Eberhard Faber lanzó al mercado estadounidense gran cantidad de modelos de lápices para todo tipo de funciones, destacando las de carácter técnico, oficina, artísticos y de uso cotidiano o genérico. Fue en los años 50 cuando se centró más en los de uso escolar e infantil, incluyendo nuevos modelos y juegos con lápices de colores y plantillas rellenables.

 Eberhard Faber continúa en la actualidad fabricando múltiples utensilios para oficina, escolares y estudiantes, industria, profesionales, belleza, etc., aunque con divisiones compartidas con otras firmas del ramo, por lo que es fácil encontrar aún productos de la misma.

 Por finalizar esta segunda parte (que espero continuar más adelante), decir que la firma Eberhard Faber de Estados Unidos, creó una filial, en los primeros años del Siglo XX, en Núremberg (actual Alemania), que le sirvió para exportar la madera de Cedro Incense de California para que la fábrica de lápices A.W. Faber (actual Faber-Castell), mejorara sus productos y distribuyera las manufacturas que en los USA se elaboraban. Posteriormente, se fabricarían ya bajo el sello Eberhard Faber Germany.

Podríamos seguir contando muchas curiosidades de esta firma, pero lo dejaremos aquí y, si es posible, las iremos introduciendo en próximos artículos relacionados con la historia del lápiz.

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¿No has leído la primera parte del artículo? Puedes leerla hacienco clic aquí.

¿Qué te parece la evolución? ¿No es increible que tan solo cuente con un par de cientos de años de existencia?

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