En mis anheladas vacaciones estivales, no puedo faltar a mi fiel cita anual con el Festival de Teatro Clásico de Mérida.
Esta vez, organicé mi viaje para asistir a la obra que abría el festival; concretamente la ópera “Sansón y Dalila” y, como esperaba, no me defraudó.
Fue un espectáculo sublime. De esos que emocionan. Que te hacen sentir. De los que te dan ganas de repetir y buscar hueco en agosto para volver. Y, de hecho, ya tengo reservado para esas fechas porque, además del Teatro, Mérida es una ciudad acogedora, bonita y simpática que invita a pasear, a hablar con su gente. En definitiva, a disfrutar del viaje.
En uno de esos entrañables paseos, veo el escaparate de una papelería: ya los productos expuestos me llaman la atención porque tienen artículos que sólo encuentras en papelerías. Y cuando digo papelería, me refiero a las de toda la vida: unos blocs de la marca Rodhia en los que suelo escribir mis artículos junto con mi Lamy 2000 de carbono.
Efectivamente el entrar en la tienda es una experiencia sensorial. Suena un poco cursi, pero es así: el olor inconfundible a papelería que es esa mezcla entre goma de borrar, madera de lápices y el papel de los blocs, el colorido del material escolar y, sobre todo, la estructura de la tienda que son cuatro bóvedas antiguas con un pilar en el centro, lo hacen un lugar entrañable.
Me sorprendió gratamente la cantidad de marcas de escritura que tenían; desde las más conocidas para mí como Faber Castell o Waterman hasta las más difíciles de encontrar como Carand`ache o Pelikan. La discreción de sus dependientes te hace sentir a gusto dentro del establecimiento, un escueto “necesita que le ayudemos” denota profesionalidad por parte de ellos.
Me resultaba curioso la cantidad de lápices que tenían expuestos y me interesé por unos que conocía de oídas, pero que no había visto nunca. Eran los lápices Blackwing y, la verdad, os puedo contar que son una maravilla, porque, además, como los empleados son entusiastas de la escritura, estuve probando las diferentes durezas del grafito, suave, medio y firme con lo que pude elegir mi favorito para escribir: el firme de Blacking 602.
Además, me mostraron un sacapuntas de la misma marca que afila en dos tiempos: primero la madera, que desprende un agradable aroma a cedro, y luego el grafito, que lo deja perfecto.
En fin, fue otra experiencia muy agradable que recomiendo a todos a todos los que hagáis pequeños viajes: las tiendas de toda la vida. Todavía las hay y que estoy seguro de que con la especialización y la profesionalidad que denotan, seguirá habiéndolas muchos años.
Por lo menos por mi parte, en agosto, además de disfrutar del Teatro Clásico, tengo parada obligatoria en Papelería Cascón Chito.